Cada vez que a alguien escribe un artículo titulado "Como adelgazar en 21 días", "Operación bikini en dos semanas", "Adelgaza sin esfuerzo", etc, etc. y me hace crearme falsas ilusiones, pensado que frotaré la lámpara de Aladino, saldrá el genio y me concederá el deseo de adelgazar comiendo chocolate con tropezones de lo más guarro que encuentre, galletas Oreo, helados de nueces de macadamia, pizzas, tocinillos de cielo, torreznos y chocolate con churros.
Pero no, la fórmula mágica suele ser algo así como:
No uses el ascensor, vete por las escaleras (en mi caso adelgazo fijo porque vivo en un 8º pero...¿y si vives en un 1º?).
Camina al trabajo (¿y si el trabajo está en Alpedrete y te pilla lejos? ¿y si no trabajas? ¿cuenta como "caminar" fichar en el paro en vez de hacerlo online?, ir de tiendas requiere caminar, ¿contará como deporte olímpico?)
Bebe mucha agua (como las ranas...eso no puede ser sano). Ya, con gin tonics fijo que no adelgazas.
Bebe agua templada con limón en ayunas (y luego ya no comes más porque además del asco que da, te queda un regustillo desagradable que hace que el café te sepa a rayos y centellas, como si estuvieses tomándote un café con sal para bajar la "alegría etílica").
Come frutas y verduras....y ahora os cuento una batillita completamente verídica que le pasó a mi madre en el Lidl.
Estaba mi madre en el Lidl cuando ve a un señor orondo "de otra etnia" cargado de plátanos. Pero vamos, que había dejado el Lidl sin existencia de plátanos. Plátanos en cantidades industriales como para alimentar a King Kong y al gorila de Melody durante un mes.
Mi madre, que si no pregunta no se queda contenta, va y le pregunta al señor que como lleva tantos plátanos (si es muda revienta). Y el buen hombre, en vez de mandarla a tomar Fanta, le contesta que es que va a hacer la "Dieta de la Fruta".
Ni que decir tiene que al final el Lidl volvió a estar abastecido de plátanos porque mi santa madre le explicó que "plátano no se admite como fruta de compañía para la dieta de la fruta".
Después de este ilustrativo inciso, sigo con mi chapa.
Las pastillas para adelgazar no sirven para nada....salvo...
..... Sicila...1912....yo era una jovenzuela que trotaba por las calles del pueblo cuan jabalí salido del bosque en busca de cubos de basura en los que comer (uy, que metáfora tan poco fina que me salido, pero bueno, en aquella época mi cuerpo se parecía más al de un animal de bellota que a un ser humano del género femenino).
En fin, que estaba aburrida de las dietas. Ojo, que de aquella nadie había descubierto dietas raras milagrosas, así que estar a dieta era básicamente pasar más hambre que el burro del señor de los plátanos (bueno, ese en concreto hambre lo que se dice hambre no creo que pasase, tal vez fuese más de "fergoneta" que de burro), pesar la comida con lo que el "momento fruta" podía significar tener que quitarle un trozo a la manzana de turno o comerte cuatro fresas que casi era mejor ni probar, porque con cuatro te quedabas con ganas de más y al final era peor el remedio que la enfermedad. Vivir básicamente de tristes ensaladas de lechuga poco aliñadas y pollo a la plancha reseco porque no podías echarle casi aceite. Con esa porquería adelgazaba cualquiera.
Así que empezaron a anunciar unas pastillas milagrosas que te hacían adelgazar sin esfuerzo. ¡¡Eureka!! ¡¡habemus remedio!!
Rauda y veloz fui directa a la farmacia a comprarme las famosas pastillas y más rauda y veloz todavía me las tomé.
Oye, que iba adelgazando a la velocidad de la luz. Yupiiiiiiiiiii ¡qué alegría! ¡qué alboroto! el jabalí iba pareciéndose más a un cochinillo.
Dos cajas después mi madre (again) tuvo que intervenir porque me estaba quedando en nada...y además...digamos que estaba como el Neng recién salido de un after...vamos, como una moto...una marchuqui tenía yo...mi madre estaba asustada ante tal hiperactividad.
Al poco salió en el telediario la noticia de que las habían retirado del Mercado porque básicamente me estaba metiendo anfetas ¡yo, la que todo lo soluciona con Gelocatil del 1!
En fin, que desde aquella no me fío de nada de eso y os recomiendo que vosotras tampoco.
Bebe agua templada con limón en ayunas (y luego ya no comes más porque además del asco que da, te queda un regustillo desagradable que hace que el café te sepa a rayos y centellas, como si estuvieses tomándote un café con sal para bajar la "alegría etílica").
Come frutas y verduras....y ahora os cuento una batillita completamente verídica que le pasó a mi madre en el Lidl.
Estaba mi madre en el Lidl cuando ve a un señor orondo "de otra etnia" cargado de plátanos. Pero vamos, que había dejado el Lidl sin existencia de plátanos. Plátanos en cantidades industriales como para alimentar a King Kong y al gorila de Melody durante un mes.
Mi madre, que si no pregunta no se queda contenta, va y le pregunta al señor que como lleva tantos plátanos (si es muda revienta). Y el buen hombre, en vez de mandarla a tomar Fanta, le contesta que es que va a hacer la "Dieta de la Fruta".
Ni que decir tiene que al final el Lidl volvió a estar abastecido de plátanos porque mi santa madre le explicó que "plátano no se admite como fruta de compañía para la dieta de la fruta".
Después de este ilustrativo inciso, sigo con mi chapa.
Las pastillas para adelgazar no sirven para nada....salvo...
..... Sicila...1912....yo era una jovenzuela que trotaba por las calles del pueblo cuan jabalí salido del bosque en busca de cubos de basura en los que comer (uy, que metáfora tan poco fina que me salido, pero bueno, en aquella época mi cuerpo se parecía más al de un animal de bellota que a un ser humano del género femenino).
En fin, que estaba aburrida de las dietas. Ojo, que de aquella nadie había descubierto dietas raras milagrosas, así que estar a dieta era básicamente pasar más hambre que el burro del señor de los plátanos (bueno, ese en concreto hambre lo que se dice hambre no creo que pasase, tal vez fuese más de "fergoneta" que de burro), pesar la comida con lo que el "momento fruta" podía significar tener que quitarle un trozo a la manzana de turno o comerte cuatro fresas que casi era mejor ni probar, porque con cuatro te quedabas con ganas de más y al final era peor el remedio que la enfermedad. Vivir básicamente de tristes ensaladas de lechuga poco aliñadas y pollo a la plancha reseco porque no podías echarle casi aceite. Con esa porquería adelgazaba cualquiera.
Así que empezaron a anunciar unas pastillas milagrosas que te hacían adelgazar sin esfuerzo. ¡¡Eureka!! ¡¡habemus remedio!!
Rauda y veloz fui directa a la farmacia a comprarme las famosas pastillas y más rauda y veloz todavía me las tomé.
Oye, que iba adelgazando a la velocidad de la luz. Yupiiiiiiiiiii ¡qué alegría! ¡qué alboroto! el jabalí iba pareciéndose más a un cochinillo.
Dos cajas después mi madre (again) tuvo que intervenir porque me estaba quedando en nada...y además...digamos que estaba como el Neng recién salido de un after...vamos, como una moto...una marchuqui tenía yo...mi madre estaba asustada ante tal hiperactividad.
Al poco salió en el telediario la noticia de que las habían retirado del Mercado porque básicamente me estaba metiendo anfetas ¡yo, la que todo lo soluciona con Gelocatil del 1!
En fin, que desde aquella no me fío de nada de eso y os recomiendo que vosotras tampoco.
Carol, me parto contigo hija.
ResponderEliminarJajajaja, calla, calla que tenías que verme, un subidón llevaba yo con las pastillas de adelgazar jajajaja. Fijo que me las quitaban de las manos en la Ruta del Bakalao.
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