Una de las primeras cosas que noté raras al quedarme en el paro fue el tema del cero, y no porque me sintiese un cero a la izquierda (que eso también, pero bueno, no es el tema que me embalo y me pongo muy locaaaaaa)
Cada vez que tenía que llamar por teléfono, instintivamente le daba al cero para coger línea. Era como si mi índice tuviese vida propia y fuese a darle y darle y darle.
Otra cosa extraña fue devolver el móvil de empresa. Sentí como si me extirpasen un apendice. Nooooooooooo, mi móvil noooooooooooo (pero tonta, si ya te han cortado la línea) .
Al principio estaba rara, como cuando dejé de fumar y no sabía que hacer con las manos, movía los dedos como si tuviese un hormigueo o fuese un pianista calentando o un yonkie acelerado.
Pero bueno, al final he sobrevivido a la incomunicación empresarial y eso de no tener el número de tu jefe a mano en momentos de efusión etílica (que ojo, una no es una borracha, pero los chupitos de orujo a veces los carga el diablo) pues como que es un alivio para tu integridad física y la de tu familia.
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