Me pasé toda la adolescencia odiando a muerte a mis compañeros de clase. Cuando terminé la selectividad y me vi libre, me planté delante de la puerta del cole a echar cortes de manga como una loca. Ni que decir tiene que sólo iría a una reunión de antiguos alumnos a ponerles una bomba o a envenarles el coulant de chocolate.
Bien, pues siendo un ejemplo de coherencia, he matriculado a mi querubín en el mismo colegio. No sé si con afán de venganza (enano, machácalos a todos) o por sentido práctico, porque hay que reconocer que es el mejor colegio que hay por aquí, y mis queridos compis de clase ya no están.
Pegggggggggggggg, ERROR.
Cada vez que voy a llevar o recoger a mi enano, me encuentro con una convención de antiguos alumnos. Vamos, que es como una secta, donde van pasando todas las generaciones de las mismas familias.
Para remate el enano se ha hecho amigüito del heredero de uno de mis asqueantes ex compis, y su padre todo contento "mira, qué amigos son" y yo dientes-dientes, sonrisa congelada a lo Tita Cervera.
Creo que voy a tener que entrenar a mi cachorro de pitbull.
Jajajajaja. Yo cuando salí de mi colegio me prometí a mi misma que no volvería en la vida, y casi 8 años después no lo he hecho. Recuerdo que me encontré a un profesor y me dijo que todas las alumnas decían lo mismo y luego volvían, jajajaja, pues creo que voy a ser la excepción que confirma la regla. Jajajaja. Muy buenos tus post Carol.
ResponderEliminarUn besazo